jueves, 2 de julio de 2009

Historia de una superación.

Se levantó de su cama pensando que abrigo ponerse, aunque ahora que lo piensa bien, hace tanto que no sale que no sabría decir a ciencia cierta qué temperatura hace como para poder elegir correctamente la indumentaria. Sus 24 abriles solamente se le notaban cuando sufría algún tipo de preocupación y sus arrugas en la frente salían a la superficie. Luego de varios titubeos y pasarelas de moda (y creo que más de uno me va a entender..), Luna agarró las llaves y salió a navegar.
Descendió suavemente por la escalera con la gracia que la caracterizaba. Sentir la brisa en su rostro le hizo reflexionar sobre todos los meses de hospital, rehabilitación, auto-encerramiento y demás.. reaccionó a tiempo para esquivar un transeúnte y darse cuenta que llegó a la plaza. No sabía bien, pero alcanzaba un estado de paz inigualable sentada allí, sin ninguna otra preocupación alrededor.
Sentada, con su libro en manos y la copa del árbol sobre la cabeza, se sintió plena. Festejó la elección de un sueter liviano, no necesitaba más, hasta que sucedió lo que quería y no se podía evitar. "Si no existe la memoria todo lo nuestro es suicida" dice la frase de un popular grupo argento, y todos sabemos cuánta verdad hay encerrada en esas 10 palabras. Todavía guardaba el recorte en un cajón del departamento, y todas las imágenes en su retina...
La facilidad que tiene la raza humana para auto-flagelarse es increíblemente fuerte: "Si hubiera reaccionado antes; si me hubiera quedado en casa quizás..."; pero después de tanto tiempo de ayudo se autoconvenció de que la vida se tiene que vivir y que siempre el destino va a encontrar una vuelta para poder cumplirse a si mismo. Aunque Luna seguramente no podrá olvidar nunca que su pobre víctima falleció besando el asfalto, recapacitó en que no ganaba nada llorando encerrada en su cuarto, que la vida está para vivirla hasta que nos suelte la mano y que nadie iba a ser capaz de negarle ésto.
Cuando cruzó la calle, sin ver que el auto venía a una marcha acelerada; en medio del empedrado escuchó la bocina y vió, en cámara lenta, como se iba acercando las dos ruedas delanteras hacia ella mientras se iban paralizando uno a uno sus músculos, pensando en las paradojas de la . No voy a contarles que pasó su vida delante de sus ojos porque ni ella lo sabe en realidad, pero cuando superó el shock y el conductor se acercó a preguntarle si estaba bien, advertirle que tuviera más cuidado al cruzar y que por suerte sus frenos andaban bien, finalmente pudo salir de su limbo personal y sentirse feliz..



Supo que todo, por fin, iba a andar bien.

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