viernes, 1 de mayo de 2009

Lo importante es no sangrar demasiado




Ahora es hora de suposiciones: ¿Qué hubiera cambiado si se hubiera quedado en su costado izquierdo de la cama? ¿Actuó mal? ¿Acaso no debemos ser todos dueños del final (de nuestro final)? En el terrero de las suposiciones hay mil mundos, con mil finales y con mil recuerdos, pero (según él) con una sola persona.


La pared se le fue achicando a medida que se dió cuenta que su espacio lo abarcaba todo. Su sombra lo siguió marginando de la realidad hasta que, pobre él, tuvo que conformarse con su triste destino: la soledad fue una de las más fieles compañeras en la vida. No hay ginebra que alcance para lo cruel que le deparó su arcoiris; ahora se divierte viendole la cara a Dios desde su nube.


En su infinito apartamento (si, ya sin él todo toma sobre-dimensión) se cansó de dejar mensajes para que un idiota se quede pensando en él; para que toda la culpa de su existencia quede encerrada en esa sombra que lo abandonó tan pronto como comprendió que sin ella no podía vivir (o, quizás, se dió cuenta cuando ya no era suya). Y ella se divierte (y nunca divertirse estuvo tan cerca de la desesperación) buscandolo para explicarle que la vida es así; tiene alegrías, tristezas, amores, destierros, momentos inolvidables y situaciones donde clavarse una gilette no es la mejor solución. Que ella no tenía porque ser su única base de pulsiones de vida, que su existencia era suya y que todos los ángeles tienen dos alas para volar solos.














Preguntar si quedó destrozado sería lo mismo que preguntarle "Si un árbol se cae en medio del bosque.. ¿hace ruido?"; no sabría responder a ninguna de estas dos cuestiones, porque nunca estuvo ahí.

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