miércoles, 18 de febrero de 2009

Descenso


Nunca imaginamos que lo basto del infinito podía llegar a acabarse, y cuando sucede creemos que nada en el mundo podría equiparar semejante belleza. Y pensar que yo lo vi, que yo te vi... y no me enseñaste cómo actuar.
Que fue en esa tarde celestial de aquel olvidado mes donde ocurrió: subiste altanera, hermosa, indiferente (pasaste por al lado mío, no te importó dejarme obnubilado). Te ubicaste en la otra punta, te pusiste cómoda y relojeaste la hora. Llevabas los colores del cielo, y el esplendor del sol en tu cara. Te imaginé sublime, piadosa, capaz de elevarme y soltarme en el aire, y dejarme ahí anclado. Me prometí no mirarte, pero tu hechizo invadió mis pupilas, ¿qué podía hacer yo? Tu cintura le hacía juego a mi gusto, y tu sonrisa rompía esquemas (y pensar que lo sigue haciendo...). Me bajé decididamente a recordarte, cuando de repente apareciste a la par mía descendiendo del transporte. No supe que hacer. ¿Desafiar al ridículo o quedarme con las ganas locas? Sigo arrepintiéndome, y la misma pregunta me da vueltas por la cabeza, sin tener una respuesta...

¿Cuándo te escapaste de mis sueños?

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